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Personajes

El viejo Mashico

 

Déjenme presentarles a Marcelino Panduro Shupingahua, o el viejo Mashico para los que lo conocen un poco más, uno de los personajes más humanos e importantes de esta historia. Este anciano de 73 años es natural de Iquitos, de una aldea cercana al río Nanay. 
Es un narrador extraordinario de vivencias propias en donde juegan un papel importante las creencias y mitos regionales. Padre de 2 hijos: Alfonso (padre de Manuel, su nieto ) y Ernesto. Este personaje de carácter cambiante no soporta bromas sobre su persona, pero le gusta hacerlas sin medir sus dimensiones. Es altamente burlón, chacotero, amable con aquellos que le muestran absoluta admiración y lo escuchan atentamente cuando ha decidido contar alguna de sus fantásticas historias. Pero suele tornarse intolerante y malhumorado con aquellos que le llevan la contra o ponen en tela de juicio sus vivencias que, según él, son experiencias reales y de ninguna manera inventadas. 
Es un hombre que ha sabido hacer del dolor y el resentimiento su evangelio, puesto que fue abandonado (él junto a sus dos hijos aun adolescentes) por su primera mujer: Adela, y muchos años más tarde enviudó de su segundo compromiso: Dora; devastándolo y provocándole una enorme depresión que poco a poco iría añadiéndose a su carácter de hombre complejo y solitario. De carácter difícil y rencoroso, vive aislado de sus vecinos, a varias decenas de metros lejos de la comarca de Quishicoto, una comunidad joven, cercada por la selva. Llegó a aquel lugar empujado por un resentimiento familiar, alejándose de su única familia para olvidarse de tantos malos recuerdos y probar suerte en aquel lugar, en donde después de varios años, en medio de su soledad, sería visitado por su nieto Manuel, para que lo ayude a llevar a cabo un ambicioso proyecto.

Manuel Panduro

 

Más conocido por los pobladores de Quishicoto como: “El Mañuco”; es un muchacho de Lima, que al haber finalizado su carrera universitaria de Lengua y Literatura toma la decisión de ir en busca de su abuelo, quien se halla en plena selva, con el fin de registrar y hacer un compilado de todas las aventuras que este le contaba cuando él y su hermano eran pequeños. Vivencias reales, según don Mashico, en donde los mitos y leyendas amazónicas jugaran un papel muy importante, aportándole cierta atmósfera de fantasía y misterio a cada uno de sus relatos. 
Es de esta forma que Manuel llega al caserío en donde su abuelo se encuentra viviendo desde hace ya varios años, para emprender así su gran empresa, sin intuir siquiera que irá siendo testigo de un mundo tan distinto del que proviene y está acostumbrado, lleno de carencias (que un principio le costará aceptar), así como variadas creencias barnizadas de matices mágicos y misteriosos, y manifestaciones que gradualmente se irán perfilando en su personalidad desconfiada a lo largo de la historia, aportándole más de una sorpresa a su inicial incredulidad, logrando que su tan ansiado propósito tome un giro inesperado.

Don Aparicio

 

El personaje que les presento a continuación no es uno de los vampiros dela saga Crepúsculo, ni de la novela “Drácula”, mucho menos de la película Nosferatus. La carencia de sus dientes superiores ciertamente se debe a una falta de cuidado bucal, dejándole a la vista solo esta vampiresca sonrisita y nada más que eso. 
Este simpático chacarero llamado Aparicio Huanca, quien reside en la comarca de Quishicoto casi desde la fundación de esta pequeña comunidad, es el compadre de don Mashico, a quien admira abiertamente y le jura total lealtad, pues para este hombrecillo el anciano es todo un personaje: valiente, osado, audaz y un relator inigualable en donde, cada vez que el viejo se siente con ánimos, cuenta con una maestría única todas sus vivencias heroicas. Ya quisiera ser él algún día como el viejo Mashico, ser digno de una valentía similar hacia los espectros, o decir las cosas en la cara sin sentir temor alguno, pero no, pues es totalmente lo contrario: asustadizo, nervioso e inseguro. Su vida está condenada a la injusticia, la resignación y el abuso. Y es que su mujer, la abusiva de la Eleonora, lo para agarrando a palazo limpio cada vez que el Aparicio ha intentado hacer valer sus derechos, cuando ha desobedecido (sin querer) algún mandato suyo o simplemente no le ha agradado algo que ha hecho o ha dicho. Su vida es un tormento, y por ello es normal ver a este personaje andar por ahí decaído y cabizbajo. Pero esto no le impide sonreír y regodearse con las historias que el anciano cuenta cada tarde, cuando se da cita en la tiendita-bar, y puede libarse algunas copitas de anisado con él..

Juvencio Chumpi

 

Esta vez me toca presentarles a Juvencio Chumpi, más conocido como el” borrachín” de la comarca.
Este personaje de metro ochenta, corpulento y nada amigable, es un sujeto amargado, impulsivo, faltoso, déspota y bastante explosivo cuando alguien lo contradice. Su mal genio se triplica cuando está ebrio, algo que ocurre muy a menudo, pues siempre encuentra la manera de emborracharse con cualquiertipo de licor sin importar su calidad o procedencia. Es ciertamente un ser atormentado que necesita aplacar sus demonios internos con ayuda de la bebida, por ello se emborracha de forma lamentable, haciendo escándalo y buscándole la bronca a los lugareños que tienen la mala suerte de toparse con él en sus peores crisis. 

Su vida es en realidad un misterio. Qué hace y a qué se dedica es algo que todos en la comunidad desconocen pero eso no impide que las habladurías sobre su persona sean la comidilla de cada día. Es enemigo jurado del cura del caserío, pero sobre todo, detesta con toda su alma al viejo Mashico, ese viejo decrépito y chimuelo (desmuelado) que se la pasa contando -según él- puras tonterías a la gente de Quishicoto. Inventando tantas sandeces que no existen, como el tunche o el chullachaqui, y es que esas son puras tonterías (piensa él). Honestamente no cree en tantos inventos, sólo los tarados pueden concebir tantas patrañas. Se niega a creer en esos mitos y leyendas porque simplemente para él no existen... Sin embargo, pobre borrachín, no sabe, ni siquiera intuye, que pronto su vida podría dar un macabro giro por ignorar lo que se mueve entre el monte y sus misterios, por burlarse abiertamente ante lo que desconoce y cerrarse a creer lo que las sombras de la selva oculta en sus entrañas.

 

Doña Hulia

 

 

Esta coqueta y oronda señora es doña Hulia Tapullima. Es la única mujer en la comunidad que ha puesto sus ojos en el viejo Mashico, y a decir verdad está perdidamente enamorada de él. Por qué o cómo es que el anciano ha logrado conquistarla es todo un misterio, nadie en el caserío (sobre todo su comadre Eleonora) entiende como alguien como ella ha podido fijarse en semejante vejestorio. Pero lo cierto es que a doña Hulia le importa un suri frito lo que la comunidad diga de ella, o las especulaciones que hagan del gran amor que le profesa a su “peor es nada”. Por ello, vive anhelante de poder compartir algún día una vida junto a su príncipe azul, pero primero debe conquistarlo a como dé lugar, y por eso a la primera oportunidad que se le presenta lo intercepta en el camino, en algún punto clave del caserío, en el bar, o por último, ahí va ella, toda pishpirona, hasta la cabaña del anciano para ofrecerle algún manjar o potaje hecho por sus propias manos a cambio de robarle más que un abrazo deseoso o un beso enamorado. 
Por el contrario, el viejo Mashico ya está harto, (hasta la coronilla, como diría él) de que esta buchisapa pare acosándolo a cada rato, interceptándolo en el camino, enamorándolo en cualquier parte, apretándole una de sus huesudas nalgas a modo de despedida, y para colmo, buscándolo a su cabaña desde temprano para "dizque" hacerle degustar algún platito para chuparse los dedos que le ha preparado con tanto esmero. Tal es el acoso y el terror que siente el anciano quejón que ahora, antes que encontrarse frente a frente con esta mujer sheretera, ni bien la ve acercarse a paso acompasado, ahí que se oculta bajo su catre, debajo la mesa de su cabaña, o se tira al monte para que ella no repare en su presencia. “Pero qué culpa tiene él de ser tan guapo, carijo”, piensa el viejo. Sin embargo, sea como sea, doña Hulia no pierde las esperanzas de conquistar algún día a don Mashico, cueste lo que cueste, aunque él la evite algún día caerá en sus redes, lo presiente.

 

Hamilton Murphi (Alma)

 

 

No, no se confundan señoras y señores, que la figura que les presento a continuación no es ningún tunche, fantasma o muerto viviente; mucho menos es el patita del video de “El baile de la Anguila”. El nombre de este simpático personaje, quien siempre está acompañado de su fiel mascota es: Hamilton Murphi Pinedo Ríos; pero los pobladores de Quishicoto lo han apodado “Alma”. Sobrenombre que ha decir verdad no le ofende en lo absoluto y hasta le gusta que lo llamen así. Y es que en serio, si uno lo viera salir del monte con esa soltura campante de flacura extrema en plena oscuridad, el que menos daría un respingo de susto, pues creería que se trata de un ser del más allá que a venido a este plano a visitarnos. Pero que no le engañen las apariencias, puesto que este muchacho no tiene este aspecto a causa de una dieta extrema, desorden alimenticio o alguna enfermedad de metabolismo. La penosa apariencia que lo confina a ser el blanco de burlas y mofas (aunque a él ni le importa, igualito le da) fue causada por un terrible hechizo cuando aun era niño. No obstante, a pesar de su decadente aspecto está más vivo que muchos de nosotros, es bromista, juguetón y nadie puede vencer el inigualable buen humor que se gasta. Es hijo único de don Welington y doña Zoila. A pesar de que en la comarca es considerado por algunos como un individuo medio loco y por otros una figura hilarante que alegra la comunidad con sus ocurrencias, lo cierto es que el Hamilton Murphi o Alma es un personaje que sin importar lo que digan o piensen de su persona, se siente completamente feliz de ser quien es, sin deprimirse en absoluto por su aspecto. Aquel que se aventure a leer esta historia, se llevará más de una sorpresa con este ocurrente personaje, a tal punto que su chispa y simpatía no dejará indiferente al lector.

 

El padre Bonifacio

 

 

Bonifacio De Mendoza y Orellana, cura de la comarca. Español que fue mandado por sus superiores a un lugar cercado por la selva en el Perú, con el fin de impartir la palabra de Dios y adoctrinar a los fieles lugareños que se dan cita cada día en la iglesia acondicionada de la comarca. Hombre sincero, de carácter firme y directo. Solo gentil y benévolo con aquellos que se muestran humildes y dispuestos a practicar con sus actos las enseñanzas de Jesucristo, pero intolerante con los que albergan creencias incoherentes y paganas: "cosas del diablo (piensa) que no hacen más que acantonar a los pobladores en el mar del miedo, la angustia y la duda". 
Para él, creer en esas cosas de Tunches y Chullachaquis es cuestión de ignorancia. Y a pesar de haber sido testigo de un evento espeluznante y fantasmal en su juventud, su mecanismo de defensa lo ciega a cerrarse en la idea de que tales cosas no pueden ser ciertas, por ello prefiere inclinarse en el hecho de que la religión puede demoler todo pensamiento o creencia que pueda conducir a cualquier mortal hacia la locura parcial o absoluta. Definitivamente, una de las figuras claves y trascendentales de esta historia, pues la postura de este personaje irá aportando al lector cierta dosis de equilibrio en donde jugará un papel importante el escepticismo y la improbabilidad de la EXISTENCIA de ciertos seres ante los hilos sobrenaturales y mágicos que tejen la trama de esta novela y que progresivamente se irá manifestando. El final, sin duda, será inesperado para aquel que se atreva a sumergirse en esta historia llena de fantasmas, creencias y verdades.

 

Wellington pinedo

 

 

Y continuando con la lista de personajes de esta novela, ahora les presento a Wellington Pinedo, el cantinero de la comarca y padre del flacuchento Alma, sí, el mismo flaco que está unas publicaciones más abajo. Este tipo amable y sincero es el dueño de la tiendita-bar de la comunidad de Quishicoto, quien junto a doña Zoila, su señora, abastecen a los pobladores de la comunidad de productos de primera necesidad. 
Don Welington, Hombre comprensivo, bromista y campechano de buen corazón, gran amigo del viejo Mashico y Aparicio Huanca atiende el bar con ayuda de su hijo cuando cae la tarde y los parroquianos se dan cita en su rústico pero acogedor local para libarse unas copitas de anisado o del fuerte, que es como llaman al aguardiente que manda traer desde lejanos lugares. Es uno de los personajes que cree fervientemente que la selva está habitada por presencias espectrales del más allá, así como que en el mundo ocurren muchos hechos paranormales, ideología que se ha fortalecido en su convicción desde que a su hijo le ocurrió un incidente que lo dejaría para siempre en ese estado decadente y tragicómico.

 

Doña Eleonora

 

Eleonora Valles, la maltratadora e injusta mujer de Aparicio Huanca, es la responsable de tener tan aterrado a este pobre e indefenso personaje. Ella dicta el horario de salida y de regreso al bohío que debe tener su marido, y pobre del cholo Aparicio que no respete la orden de llegada, esta rolliza mujer se arma de su varilla de bambú (que siempre tiene a la mano para estos casos de desobediencia) y ZAS!!! Ahí que lo lincha a varillazos al pobre hombre, que según ella, se le escapa la tortuga y hay que enseñarle a golpes. Aunque si se encuentra demasiado molesta o indignada por cualquier torpeza que haya cometido el cholito, es muy común que la Eleonora le aviente cualquier cosa que esté a su alcance: platos, cucharones, cacerolas, hasta cachetadas. Y hay que tener en cuenta que esta mujerona es enemiga jurada de don Mashico, pues no le cae para nada ese viejito inventador de historias, parlanchín y desmuelado así como otros muchos personajes de la comarca, pues se cree demasiado fina como para vivir en medio de gente común. Es una mujer de carácter difícil y poco amigable, en todo caso, la única amiga que tiene es doña Hulia. Nadie hasta el día de hoy, en la comunidad de Quishicoto, puede entender como don Aparicio puede soportar tanto maltrato y golpe, porque de verdad que lo paran golpeando peor que a mula coja. Y es que solo basta ver esta imagen para entender el suplicio que el shameco (como diría don Mashico) tiene que soportar cada noche por llegar uno a varios minutos después de la hora acordada.

 

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